Plaza de los Vosgos

Foto: joz

La Plaza de los Vosgos (Place des Vosges, en francés, ver pronunciación) es una de las más hermosas de Francia, y una visita obligada para todo el que se acerca a París. Situada en el corazón del barrio del Marais, tiene el mérito de ser la primera plaza abierta en la ciudad, y una de las primeras piedras del París moderno que hoy conocemos. Su creador fue el primero de los reyes borbones: Enrique IV.

Enrique IV, el gran urbanista de París

El rey Enrique IV

A Enrique IV le costó largos años de lucha ser reconocido como legítimo rey de Francia. En pleno conflicto de las guerras de Religión, su fe protestante suponía un obstáculo insalvable para buena parte de los franceses. Y cuando por fin tenía la capital a su alcance, y se abría la posibilidad de terminar de una vez con aquella maldita guerra, decidió renunciar a sus convicciones, según la conocida frase de "París bien vale una misa". La entrada triunfal del rey recién convertido tuvo lugar el 22 de marzo de 1594.

Desde que París le abriera sus puertas, el rey decidió embellecerla y convertirla en la capital más hermosa de Europa. Para ello se planteo abrir amplios espacios (plazas, paseos, avenidas...) en la tupida trama medieval de la ciudad.

La actual Plaza de los Vosgos, llamada entonces Plaza Real, por ser iniciativa personal del rey, fue la primera. El propio Enrique IV participó en aquella operación inmobiliaria, construyendo uno de los 4 lados de la plaza (el más cercano al río), y reservándose para sí el pabellón central, que todavía hoy sigue llamándose "Pabellón del Rey".

Enrique IV fue el primer urbanista de París, y la ciudad actual debe mucho a sus ideas de planificación urbana. Con él, la ciudad medieval comienza a dejar paso al París moderno.

Visitar la plaza

La característica más llamativa de la Plaza de los Vosgos son las magníficas fachadas uniformes, llenas de ritmo y colorido, con sus grandes cubiertas de pizarra sembradas de mansardas y chimeneas. Este tipo de fachadas de piedra y ladrillo era típico en aquella época, en los últimos años del siglo XVI y los primeros del XVII, y aún quedan otros ejemplos en la ciudad, como la Place Dauphine, el Hospital de San Luis, o el Palacio de los abades de Saint-Germain-des-Prés. Pero en ninguno de ellos alcanzan la fuerza plástica y el encanto que tienen en esta plaza, donde ni un solo edificio se sale del programa.

Foto: joz

Los soportales. Al nivel de la calle tenemos los magníficos soportales, llenos de tiendas, galerías de arte, cafeterías y restaurantes.

La casa-museo de Victor Hugo. En una de las esquinas (a la izquierda del Pabellón del rey) se encuentra la casa donde Victor Hugo vivió 15 años, convertida hoy en casa museo, de visita gratuita.

La estatua del rey. En el centro de los agradables jardines de la plaza se yergue la estatua ecuestre de rey Luis XIII. Su padre Enrique IV, el artífice de la plaza, quiso dedicar este espacio a su hijo, el delfín de Francia, cuando no era más que un niño. Pero la primera estatua de Luis XIII no sería instalada en este lugar sino muchos años después, al final de su reinado, por obra del célebre cardenal Richelieu. La estatua actual se instaló durante la Restauración, pues la estatua encargada por Richelieu fue destruida en la Revolución Francesa.

La Plaza y el barrio del Marais

Cuando se inauguró la Plaza de los Vosgos, a comienzos del siglo XVII, hacía tiempo que el barrio del Marais empezaba a estar en auge. Numerosos aristócratas habían comenzado a levantar en él sus palacetes y mansiones. Pero la construcción de esta elegante Plaza supuso el auténtico boom de la zona. Todo el mundo quería vivir allí. La Plaza Real se convirtió en el centro neurálgico de la ciudad, y el Marais en el barrio de moda durante todo el siglo XVII.

Hoy en día, la plaza sigue siendo el núcleo principal de este popular barrio, lleno de magníficos palacetes de aquel siglo, como el Hotel Carnavalet, que hoy es el Museo de la Historia de París.

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