Museo Gustave Moreau
Gustave Moreau (1826-1898) es un pintor que goza hoy de gran reconocimiento. Su obra suele clasificarse dentro del simbolismo, un movimiento surgido como reacción ante el realismo y el impresionismo. Cansados de representar siempre la naturaleza, los simbolistas decidieron explorar el mundo del espíritu: los oscuros recovecos de la mente humana, los sueños, lo irracional, lo fantástico, lo sobrenatural.
El simbolismo surgió oficialmente en 1886, pero para entonces Gustave Moreau llevaba ya décadas explorando en solitario ese rico universo, poblado de extrañas criaturas simbólicas, ante la incomprensión de muchos de sus contemporáneos. Estaba dotado de una gran técnica, y poseía un extraordinario conocimiento de los pintores clásicos (Boticelli, Rafael, Miguel Angel, Da Vinci...), que le podrían haber catapultado a la cumbre del prestigio y el reconocimiento social. Pero prefirió seguir un camino más honesto, explorando su universo enteramente personal. Y aunque gozó en vida de un relativo éxito, sus extrañas temáticas le impedirían alcanzar la cima.
Por eso, al acercarse el final de su vida tomó una decisión insólita. Sus cuadros estaban ya repartidos por importantes museos del mundo, pero ningún museo iba a hacer posible conocer a fondo su obra, dada su política de no admitir demasiados cuadros de un mismo autor. Así que decidió convertirse en museólogo de sí mismo y crear por su cuenta el Museo Gustave Moreau.
En 1895 (cuando tenía 69 años, 3 antes de morir) encargó a un arquitecto transformar su casa familiar en museo. Desde ese momento centró todas sus energías en este proyecto. Esta sería su última gran obra, la que permitiría a visitantes y estudiosos adentrarse en el laberinto de su mundo interior.
Por fin, en 1897 (un año antes de morir), legó su casa y sus obras al Estado francés en estos términos:
Lego mi casa de la calle de la Rochefoucauld con todo lo que contiene: pinturas, dibujos, cartones, etc., el trabajo de 50 años, así como todo lo que se encuentra en los antiguos apartamentos ocupados un día por mi padre y mi madre, al Estado... con la condición expresa de que conserve siempre –este sería mi anhelo más querido-, o al menos el mayor tiempo posible, su carácter de conjunto, que permita constatar la suma de trabajo y de esfuerzos del artista durante su vida.
El Museo Nacional Gustave Moreau abrió sus puertas en 1903. Uno de sus primeros visitantes fue el genial escritor Marcel Proust (En busca del tiempo perdido), que era un gran admirador de la obra de Moreau y quedó fascinado en su visita.
Nada se ha tocado desde entonces. Se ha respetado la museografía original, con sus paredes abarrotadas de cuadros, y con todos los detalles tal como los ideó el artista. Todo permanece hoy en la misma disposición que pudo contemplar, a comienzos de siglo, Marcel Proust. Ese es el encanto y la magia de este singular museo.
El museo
El museo consta de cuatro plantas y es un auténtico santuario del artista, compuesto tanto por los espacios domésticos, donde se desarrolló su vida, como por las salas de esposición.
En la planta baja, donde se encuentra la recepción, hay varias salas pequeñas con obras de Moreau, pero las principales son las tres superiores:
Primer piso: alojamiento
El primer piso contiene las estancias del alojamiento de los Moreau (un dormitorio, un saloncito, comedor, despacho-biblioteca, baño...), con su decoración y su mobiliario. Allí se encuentran los retratos de familia (sus padres, la gran amiga de su vida, Alexandrine Dureux, muerta en 1890 a los 54 años ) y los recuerdos personales...
Las paredes se encuentran abarrotadas de cuadros. La casa del artista era como una proyección de su propia vida. Se rodeaba de todo aquello que despertaba en él algún destello, alguna chispa, la evocación de un trozo de vida: las obras de sus amigos, los recuerdos de sus viajes, regalos o adquisiciones curiosas... el rastro de una vida persiguiendo la belleza. A través de esos ambientes recargados, tan típicos del siglo XIX, el visitante puede asomarse también al alma de Moreau.
Segundo y tercer piso: talleres
En el segundo y tercer piso, Moreau dispuso dos amplios talleres para colgar grandes lienzos. No se trata del taller original de Moreau, que era minúsculo, sino de un espacio de exposición, diseñado por él en los últimos años de su vida como museo de su obra.
Conectando ambos talleres se encuentra la célebre escalera de caracol, magnífica filigrana dibujada en el aire... Hay quien accede al museo solo por verla.
Se exponen también miles de dibujos y acuarelas, bocetos, estudios, esbozos y obras inacabadas. Moreau sabía que este tipo de material sería relegado al archivo si lo donaba a un museo. Pero él quería que estuviera expuesto junto con su obra acabada, para dar testimonio del esfuerzo que supone el trabajo creador y del proceso que lleva a la consecución de una obra.
¿Recargado? ¿Anticuado?
A algunos les puede parecer excesivo este afán de rellenar todos los espacios. Otros pueden pensar que la museografía está algo anticuada. Pero eso es desconocer el carácter específico de este museo, que ofrece la disposición original que le dio Gustave Moreau a finales del siglo XIX.
Hasta la forma de colgar los cuadros y el color de las paredes fueron diseñados por el artista. Así como también esos muebles especiales que permiten exponer simultáneamente cientos de dibujos, pasándolos como si fueran páginas de un libro.
Se trata, por tanto, de un museo congelado en el tiempo... un museo del siglo XIX.
El estilo de Moreau
Moreau se adentró en el mundo de la pintura siendo apenas un niño y recibió una sólida formación clásica de la mano de pintores academicistas. Formación que profundizó luego con ocasión de sus viajes por Italia. Pero a partir de ahí desarrolló un estilo y unos códigos enteramente personales.
Sus composiciones fueron adquiriendo poco a poco una atmósfera cada vez más irreal, hasta desembocar en el simbolismo, mucho antes de la creación oficial de ese movimiento. Sus cuadros empezaron a llenarse de extrañas criaturas, extraídas inicialmente de la mitología, del lejano mundo oriental o de la Biblia. A partir de ellas Moreau fue creando su propio mundo fantástico, sus escenarios irreales (con esos fondos azulados que tanto recuerdan a los paisajes de Leonardo da Vinci), poblados de símbolos, de adolescentes asexuados, de mujeres misteriosas, fascinantes o perversas, vestidas con ricos ropajes cubiertos de joyas.
Sus cuadros parecen cargados de un complejo código simbólico. ¿Qué significan? Muchos están abiertos a múltiples interpretaciones. Otros están asociadas a sucesos muy concretos, como la acuarela adjunta, realizada tras la muerte de su "mejor y única amiga" Alesandrine Dureux. El centauro, abatido, carga con un poeta muerto y con su lira, indicando así que con ella, moría para él toda la poesía.
Como decía Marcel Proust, en un texto escrito tras visitar este museo, Moreau nos transporta con sus cuadros a un mundo distinto del mundo real:
Un cuadro es una especie de aparición de un mundo misterioso... Esos caballos que tienen un aire indómito y tierno, con arneses de piedras preciosas y rosas, este poeta que tiene apariencia de mujer, una capa de un azul oscuro y una lira en la mano, y todos estos hombres imberbes que tienen aspecto de mujer, coronados de hortensias y tendiendo ramas de nardos, este pájaro también de un azul sombrío que sigue al poeta... [Un mundo] donde, si un pájaro sigue a este poeta y si una flor crece en este valle, es en virtud de unas leyes diferentes a las leyes de nuestro mundo, leyes que ordenan al pájaro distinguir al poeta, seguirlo, permanecer cerca de él; si bien en su vuelo tiene una suerte de sabiduría preciosa, y que esta flor crece en este valle cerca de esta mujer porque esta mujer debe morir, que esta flor es la flor de la muerte y que por el hecho de haberla ella situado ahí, hay como un presentimiento, y en su crecimiento rápido reconocemos como una suerte de amenaza creciente que ella parece estar observando, como si sintiese sus últimos momentos.
[Ese país misterioso, irreal,] es el alma del poeta, su alma verdadera, aquella de todas sus almas que es la más profunda, su patria verdadera, pero donde habita sólo en raros momentos. Es por eso que el día que los aclara, los colores que en él brillan, los personajes que en él se mueven, son un día hecho de colores y de seres intelectuales. La inspiración es el momento en que el poeta puede penetrar en esta alma más interior. Su trabajo es el esfuerzo para permanecer en él eternamente, para no implicarse, sea lo que pinte o escriba, con el exterior... También nos gusta verlas, estas telas traídas por el poeta del país misterioso al que él puede acceder, y que guardan una especie de color misterioso, deslumbrados por haber regresado al gran día común, en mitad de las realidades del mundo...
Información práctica
El Museo Gustave Moreau es bastante pequeño, pero está lleno de pinturas (unas 1.300) y dibujos (unos 5.000), y para verlo debes calcular al menos hora y media.
Horario de apertura
- Miércoles a lunes: 10-18 h
- Cierra: los MARTES
Tarifas
- Normal: 7 €
- Entrada gratuita (salvo exposiciones temporales) para los europeos menores de 26 años
Más información
- Dirección: 14 rue de la Rochefoucauld
- Página oficial: musee-moreau.fr